En nuestro territorio se conocen una treintena de sitios con pinturas y grabados rupestres con una extraordinaria riqueza visual. Son los mensajeros de una historia milenaria.
Por sus características singulares, los motivos de arte rupestre de Laguna Blanca dieron su nombre a uno de los cuatro estilos de la Subregión Valliserrana del NOA, el “Estilo I: Figurativo Fantástico o de Laguna Blanca”.
Identificamos tres procesos estéticos por los estilos y técnicas empleados así como por sus ubicaciones. Parecen corresponder a distintos momentos:
2a. Encontramos en este período algunas expresiones en los espacios domésticos, en particular en las rocas fundacionales de las paredes de las viviendas. Se trata de pinturas de figuras antropomorfas, como en el sitio LB19. Algunos motivos, como los del sitio de Pantanito, se asemejan a los representados en los monolitos de Tafí del Valle y El Mollar (Provincia de Tucumán, Argentina) ubicados a cientos de kilómetros.
En Laguna blanca, los sitios de Peña Torre, Punta de la Loma, Potrero, Potrerito, Casas Mochas, Noquesitos, La Puerta, Peña Torrecita, Chichihuaico, El Chuscho, L’Abrita, Corral Blanco, Peñas Pintadas - Peñas Escritas, Llameritos, Jasi, Rodeo de las Cabras, Medanito y El Diablito pertenecen a esta categoría.
2b. Dentro del mismo momento, pueden incluirse algunos monolitos aislados o menhires grabados. Están generalmente emplazados en lugares de acceso relativamente restringidos y dispuestos como marcas de señalamiento territorial. Es el caso de los monolitos de El Chorro y Llameritos.
En muchos de estos sitios, encontramos un especial interés en presentar los animales que cotidianamente comparten la vida de los grupos humanos. Se representan de cuerpo entero estilizado o a través de sus pisadas, como por ejemplo de puma, de suri (una especie de avestruz americana), de camélidos como llamas y vicuñas. En algunos casos las pisadas de animales van acompañadas por huellas humanas.
En los últimos años se están dinamizando procesos de re-etnización en la región de Laguna Blanca. Para las poblaciones indígenas, todas estas representaciones cargan mensajes de identidad ancestral. Algunos pueden ser “leídos” con facilidad, lxs pobladorxs “conocen su historia”. Otros, en cambio, son más difíciles de descifrar: se reconoce un mensaje pero su significado es enigmático.
Lxs pobladorxs usan la denominación de “diablos” para la mayoría de las figuras antropomorfas. Aunque no los conozcan directamente, estos sitios funcionan como referenciadores espaciales: permiten organizar el espacio y ubicar otros lugares de esa área geográfica.
En el mundo andino probablemente no existe lugar alguno exento de ritualidad potencial. Así, la razón de ser de estos sitios seguramente estuvo cruzada también por invocaciones ceremoniales, en buena medida propiciatoria.
La intención de potenciar la visita por los sitios con arte rupestre responde al diseño de una estrategia de conocimiento vivencial del espacio. Eso porque, por lo común, el “descubrimiento” de lugares desconocidos resulta una experiencia atractiva para quienes buscan recrear su curiosidad, con ganancia cultural. En este sentido, sabemos que las expresiones de los procesos estéticos distintos a los que se manejan desde algo que podríamos llamar “actualidad occidental”, siempre resultan atrayentes, para lo cual la oferta debe resultar especialmente motivante.
Sobre todo impulsamos este tipo de visita porque la aceptación de la oferta implica desplazamientos en el territorio, y en ellos se pueden percibir en forma más integrada un conjunto de procesos socioculturales y naturales.